martes, 9 de febrero de 2010

Juventud...divino tesoro.

Hacía menos de una semana que acababa de terminar la lectura de El guardián entre el centeno cuando leí de la muerte de J.D. Salinger en el diario del 29 de Enero, la noticia se titulaba: murio como vivió, en silencio, un "critico" literario apuntaba a que muchos la consideran una novela sobrevalorada; con lo primero estoy de acuerdo, con lo de sobrevalorada, de ninguna manera.
Me resultó un estremecedor, por lo trágico y lúcido, relato de juventud. El joven Holden Caufield transita sus 16 años presa de un escepticismo y hastió solo esperable en alguien mayor, no hay gozo, al menos como lo entendemos la mayoría, en su juventud; en la mayor parte del relato hace gala de una socarronería amarga e irónica que pareciera actuar como corrosivo contra su mente y alma, el viaje de la escuela de donde ha sido expulsado hasta su casa en N. York es un decendimiento a un infierno Dantesco, donde se topa con distintos personajes condenados y conformes a vivir vidas grises y oscuras en el averno del conformismo, cada uno de estos encuentros es coronado por una suerte de pesimista reflexión sobre el mundo que lo rodea.
Solo el encuentro con su hermana menor lo eleva a una suerte de purgatorio o paraíso donde es posible encontrar un ser puro, encarnación del amor, inocencia y pureza. A pesar de que este encuentro no lo redime ni lo salva del colapso.
Relato intimo y personal de un hondo existencialismo, retrato del atormentado espíritu del hombre moderno y su, en algunos casos, amarga lucidez.

José Luis A.

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