jueves, 30 de octubre de 2008

Amor constante más alla de la muerte


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera.

Mas no, desotra parte, en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión a sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:

Su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo ( 1580-1645 )






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