lunes, 16 de junio de 2008

Miradas que matan


En la gran película sunset boulevard, Norma Desmond (Gloria Swanson) le dice a Joe Gillis (William Holden) mientras observan una vieja película muda donde ella era la protagonista: "No necesitabamos palabras, teníamos ojos".


Creo que esta frase resume muy bien la factura de la cinta francesa "La cambiadora de paginas" de director Denis Dercourt, cinta del año 2006 que recíen este año paso fugazmente por la cartelera santiaguina.


Trata sobre una niña estudiante de piano que fracasa en un examen a causa de una distracción ocasionada por uno de los jueces, una eximia pianista que accede a firmar un autografo en medio de la ejecución de la niña, este fracaso la hace desistir de sus estudios transformandola en una hermosa y fría joven que empieza a vivir con el propósito de vengarse de este fracaso que atribuye a esa distracción y a quien la ocasionó.


El destino la posibilita de ser niñera en casa de la pianista y es en ese escenario donde consumará su venganza, que ha meditado y pulido con los años transformandola en un arma letal y silenciosa que acabará con el grupo familiar de la artísta. Esta se encuentra casi en la indefención despues de un accidente, se ha transformado en un ser debil y temeroso que practicamente queda a merced de la joven sin oponer resistencia.


Un filme contenido, donde los silencios y las miradas tejen la trama, donde los planos cargados en su lento transcurrir nos revelan las profundas implicancias de cada personaje, describiendolos a través de su dolor u odio y no a través de descripciones orales, la sicología de cada uno brota desde lo que no se dice pero se piensa, desde lo que se trama pero no se anuncia, en tiempo de imágenes hiper explícitas este cine sorprende gratamente, más alla de algún ripio en el guión o una situación poco clara, la película se levanta como ejemplo de cine en un sentido más puro del que acostumbramos, una cinta cargada de tensión y donde las aguas mansas ocultan insospechada profundidad, más depositaria de un Hitchcock que de un Chabrol, es refrescante para una cartelera plagada de "blockbusters" yanquis y divertimentos para devoradores de pop-corn.


En una época el cine no necesitó palabras, quizás en un futuro no muy lejano tampoco, sería interesante ver ese momento.




José Luis A.

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