jueves, 21 de agosto de 2008

El niño de barro


Buenos Aires, 1912. Una serie de horribles crímenes contra niños conmueve a la comunidad, menores que desaparecen de un momento a otro, son luego encontrados muertos y con signos de haber sido torturados, todo este cuadro pone en jaque a un comisario de policía a cargo de la investigación, que ante la falta casi absoluta de pistas, enfoca sus sospechas en un niño de 10 años que aparece siempre conectado de alguna forma con las víctimas. Este chico, de nombre Mateo, tiene poderes psiquicos y premonitorios y parece anticiparse a los crímenes o saber el lugar donde el asesino a dejado a sus víctimas, esto lo convierte en el eje narrativo de la cinta que, según se nos informa en los créditos iniciales, esta basada en hechos reales, lo que la hace más intensa y brutal a nuestra percepción, junto con intensificar la sensación de horror que deja un final tan brutal como inesperado.
Con una soberbia dirección de arte, que recrea de manera perfecta el Buenos Aires de comienzos de siglo XX, el director Jorge Algora construye un thriller sicológico cargado de tensión, que avanza de la mano de un guión impecable, depositario de la mejor tradición cinematográfica clásica: saber contar una historia.
Nos entrega a la vez como subtexto narrativo, una semblanza de las primeras corrientes inmigratorias que forjaron y levantaron la mencionada ciudad.
Gran película, que en tono de suspense, deja claro qué sucede cuando tras la cámara se instala un director y un equipo que trabaja con talento y rigor.

José Luis A.


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